miércoles, 28 de noviembre de 2012

Marina y los boquerones


Mil perdones por el retraso. Os he echado de menos pero... he estado de mudanza y no he tenido ni la cabeza ni los medios para pensar en otra cosa que no fueran cajas y trastos. Ahora ya ha pasado el tsunami, todo más o menos está en su sitio y yo soy capaz de uitlizar la cabeza para algo más que llevar las gafas.

En estos días me he acordado especialmente de Margarita, Javier y Marina. Mis vecinos.
Ellos se fueron hace ya bastante de la casa que tenía su puerta enfrente de la nuestra. Muchas veces hemos comentado ese día riéndonos, ahora que los apuros y el trabajoya son anécdota. Yo además recuerdo el día de su mudanza como algo personal porque era la viva imagen de otra nuestra ya superada pero difícil porque teníamos a los niños pequeños. Ellos tenían a Marina.

Por entonces Marina debía tener unos cuatro años. Era una pequeñaja feliz, a la que sus padres algunas veces dejaban a mi cuidado. Yo la metía en la cocina y pasábamos la tarde haciendo rosquillas o pan o cualquier cosa con la que pudiera ponerse de harina y de masa hasta las pestañas. Disfrutábamos las dos mucho enseñando luego el resultado de nuestras "manualidades". Hoy Marina es una adolescente con unos ojos negros que llevan escritas todas las preguntas y una melenaza negra también como la de su madre. Una persona muy especial en la vida y en mi corazón.

Bueno pues ese día de su traslado, cuando estaban en pleno fragor de la batalla, les llevé una fuente de boquerones fritos y unos pimientos asados para hacerles un poco más leve el trance en el que estaban metidos. También nos hemos reído con eso, porque dicen que esos boquerones les salvaron la vida. Sea ésta pues, una receta en honor de la amistad y de las mudanzas.

Para el asado de pimientos no tenéis más complicación que partir unos buenos pimientos rojos por la mitad, vaciarles de nervaduras y pepitas y ponerlos en una bandeja de horno con un chorrito de aceite y unas hojas de romero. El tiempo dependerá del horno, pero a una temperatura de 200º seis u ocho pimientos se asan en una media hora. Los dejáis enfriar dentro del horno para que suden y se pelen mejor, y cuando haya pasado un tiempito, les quitáis la piel, los partís a tiritas y... aquí viene el truco, porque los nuestros no son como los demás, escurrís con  un colador el líquido que hayan soltado en la fuente donde tenéis los pimientos, añadís sal, un poquito de aceite, buen vinagre al gusto, unos cominos y una cucharadita de café de azúcar. Mezcláis bien  y ya tenéis el aliño.
Os felicitaran seguro.

Con los boquerones no tenemos más remdio que someternos a las normas de fritura andaluza que son: la temperatura del aceite y la finura del rebozado. Los andaluces son los reyes y bordan como nadie esa técnica de hacer de lo sencillo un manjar de dioses.

Se limpian bien los boquerones, si se quiere se puede retirar la espina entera, pero yo prefiero hacerlos con espina y todo por no evitar ese momento de coger el boquerón con los dedos y acercarlo a la boca cuando está calentito.

Se colocan en una fuente con el zumo de medio limón y sal dejándolos una horita para que cojan sabor. Después de pasan por harina. Mejor, mucho mejor, si es de garbanzos, porque es lo que les dá el toque más crujiente. Se sacuden con ayuda de un colador grande o simplemente en el aire para que no se quede un rebozado ordinario, que nosotros de ordinarios nada. Ni en las frituras.

Con el aceite abundante y en su justo punto de calor (se puede probar primero con un trocito de pan)
se van friendo por tandas, esperando a que entre una y otra vaya recuperando el aceite su temperatura inicial.

Bueno que no cunda el pánico. Allende los mares no se si hay boquerones, pero vale cualquier pescado de carne dura. Léase, pargo, perca, pez espada.... cualquiera vale. Se trocea y se procede exactamente igual y si se cierran los ojos, con buena voluntad, se traslada uno al chiringuito de la memoria, porque mar, lo que se dice mar tenéis para dar y tomar.

Y para los que tengáis el privilegio de acercaros a Marbella, y pegaros una "jartá" de boquerones os recomiendo el restaurante Villalobos. Doña Ana hace los mejores, los que nos llevan directamente a la gloria y además las higueras de la terraza nos regalan el olor a verano, a mar Mediterráneo.

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