miércoles, 28 de agosto de 2013

Recordando a Luis Aguilé: La simplicidad, ah,ah,ahaah

 

Ya hemos empezado a despedir el verano. Con nosotros se quedan los días más largos, el móvil lleno de fotos, las mañanas tranquilas, las tertulias con los amigos, los encuentros con la familia o los viajes a lugares que no conocíamos. 

Siempre hay una especie de nostalgia que nos acompaña cuando nos preparamos para el nuevo curso. Es la época, junto con el mes de enero, de los grandes planes, los proyectos, los buenos propósitos. 
" Me reservo tiempo para el gimnasio. Ahora sí que aprendo inglés. Me apunto al curso ese que quiero hacer desde hace..... Una tarde. Sólo una tarde, me la regalo y me escucho y me quiero, para mi solita " Por no hablar de... Cuando pasen unos días y me organice empiezo la dieta, porque tanto relax y tanto vinito y tanta risa llevan a lo que me encuentro delante de este espejo asqueroso que digo yo que debe estar trucado". En fin, esas cosillas que hacen de nosotros seres mortales, humanos, capaces de replantearnos la vida cíclicamente pero, eso sí, con una etiqueta en la frente que dice bien clarito : Yo sé disfrutar Y que conste que cuando hablo del disfrute no me refiero a cosas espectaculares.

Siempre hemos hablado de la sencillez, de que casi siempre es mejor recurrir a las cosa simples porque son esas pequeñeces las que hacen momentos inolvidables.

Así que atendiendo estas premisas, y para poner punto final al verano y sus relajos, os propongo pecar una vez más. Vamos a empezar con una despedida dulce. Y luego... que cada uno se apañe con su lorza.

Este postre es tan sencillo que incluso una tarde en la que os dejen a los nietos podéis meterles en la cocina para que empiecen a hacer sus pinitos como mini-chefs y con el resultado lleguen a sentirse grandes cocineros. Sólo hace falta una batidora, un horno, un molde tipo flanera y lo que os explico a continuación:
  • 3 huevos enteros
  • Un bote de leche condensada
  • La misma medida de leche
  • 400 grs. de requesón o queso fresco 
  • Azúcar para caramelizar 
  • Si se quiere un vasito pequeño de moscatel

Se carameliza el molde añadiendo al azúcar el vinillo en el caso de que hayamos elegido la versión alcohólica, se baten todos los ingredientes mezclados, y se mete al horno hasta que pinchemos y el palillo salga limpio. No os hablo de tiempos porque cada horno es diferente, en cuanto a la temperatura yo lo hago a 180º.

Advertencia: Es un postre contundente y sólo admite, si se quiere añadir algún caprichillo, algún helado de café o de vainilla por aquello de aligerar un poco, pero él solito se basta y se sobra para que nos quedemos satisfechos y sin necesidad de azúcar en unos cuantos días.

Ah, y es ideal para celebraciones porque se deja preparado el día anterior y además cunde mucho. Ya véis que lo tiene todo, el angelito.

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